Paulatina rearticulación de la derecha
1952-1958

En el año 1952 resultó nuevamente electo como presidente de Chile el general Carlos Ibáñez del Campo, quien ya había detentado dicho puesto en el periodo 1927 a 1931, tras el fracaso de Alessandri Palma y sus políticas represivas, y de Emiliano Figueroa (líder perteneciente a la aristocracia tradicional) que no había logrado el suficiente control del cargo. Ibáñez había llegado en 1927 por primera vez al sillón presidencial, a través de una votación en la que fue el único candidato, ejerciendo su mandato de manera absolutista y usando métodos fuera de la ley, razón por la cual se lo asocia con un gobierno dictatorial. Sin embargo, la reestructuración del Estado realizada durante ese periodo, modificó sustancialmente la administración pública, creando instituciones que funcionan hasta el día de hoy, tales como La Contraloría General de la República, el Cuerpo de Carabineros de Chile y la Dirección General de Educación Secundaria, entre otras.

Para acceder a su segundo periodo de gobierno (1952-1958), Ibáñez obtuvo un apoyo ecléctico, que reunía más a un grupo social que a tendencias políticas. Ejemplo de ello fue el apoyo del partido Cívico Femenino de Chile (que agrupaba a mujeres que votaban por primera vez y que constituía una nueva y significativa fuerza electoral), El Partido Agrario Laborista (que reunía a partidarios de Ibáñez y grupúsculos nazistas) y, también, el Partido Socialista Popular. La imagen de su gobierno era la escoba, pues prometía barrer a los políticos corruptos, identificando su gestión con la eficiencia, el liderazgo personal y el fin de la retórica. Lo único que podía unir a tendencias tan heterogéneas, era la decepción de la política tradicional que sentía un importante contingente ciudadano. Debido a las distintas tendencias que lo apoyaban y a la falta de mayoría en el Parlamento, el régimen penduló de izquierda a derecha, adoptándose durante su gobierno medidas de una y otra tendencia ideológica. Dentro de las medidas progresistas se cuentan la sindicalización campesina (de modo restringido), la creación de la Empresa Nacional de Petróleo (ENAP) y la Compañía de Aceros del Pacífico (CAP), entre otras. La Fundación del Banco del Estado, el Ministerio de Minería y la derogación de la Ley Maldita, que sacaba al Partido Comunista de su exclusión política y lo volvía al ejercicio legal. Por otra parte, fue Ibáñez quien, a través de la Reforma Electoral, volvió obligatoria la votación e introdujo la Cédula Única, evitando el fraude y el cohecho y aumentando la participación ciudadana.

Sin embargo, en virtud que su gestión no había logrado detener el proceso inflacionario, buscó alianza con los sectores derechistas, aceptando una asesoría norteamericana que recomendaba la disminución y control del aparato del Estado, mermando sus atribuciones económicas y permitiéndole al Mercado y al mundo empresarial un mayor protagonismo. A pesar de estas medidas, la inflación se mantuvo incontrolable, distanciando de su lado a la derecha conservadora. La falta de base política terminó por desestabilizarlo definitivamente, quedando desprestigiada su gestión al final del período.

1958- 1964

Durante este periodo presidencial (1958 a 1964), se consolida la reestructuración político ideológica de Chile. Ya antes de las votaciones presidenciales, en 1957, se conformó la división por tercios ideológicos que se mantuvo en nuestro país hasta 1970. Por una parte, debido a la alianza entre los Partidos Socialista y Comunista en 1956, apareció un conglomerado que se definía claramente a la Izquierda, y que se identificaba con el modelo Marxista Leninista. Por otra, la creación de la Democracia Cristiana ese año (1957) desplazó al Partido Radical y atrajo a miembros del Partido Conservador Social Cristiano que se fundieron con la Falange Nacional, convirtiéndose en un centro político evidente. Este nuevo sector aspiraba a cambios en la repartición de la propiedad, reflejando el punto de vista social de la Iglesia Católica de post guerra, pero no pretendía acabar definitivamente con la oligarquía y sus privilegios. Como tercer factor, el Partido Conservador y el Partido Liberal se presentaron juntos, pasando a disminuir sus diferencias y constituyéndose como la derecha ideológica en defensa de los derechos de la Oligarquía. Este nuevo mapa político generó cambios sustanciales. Ya no eran partidos que establecían alianzas unilateralmente, sino posiciones enfrentadas no susceptibles de negociar. Bajo este cuadro detentó nuevamente el poder ejecutivo en Chile la derecha tradicional a través de Jorge Alessandri Rodríguez quien, si bien se presentaba con un carácter técnico y apolítico, era el candidato del pensamiento derechista que, como dijimos, unía en una misma fuerza antiguos partidos enfrentados: el Conservador y el Liberal. El triunfo fue significativo, pues a pesar del estrecho margen que tuvo con el candidato de la izquierda (3%), por primera vez en mucho tiempo la derecha lograba el sillón presidencial sin alianzas y con su propio candidato.

Alessandri creía firmemente en la libre empresa como modelo de economía, y mantuvo una política de puertas abiertas a las inversiones extranjeras. Sin embargo, las fluctuaciones de la economía y la política mundial, marcaron dos momentos distintos durante el mismo gobierno. El primer periodo, 1958-1961, desarrolló de forma irrestricta el modelo neoliberal, disminuyendo el rol del Estado y aumentando las libertades del Mercado. El segundo periodo 1961-1963 se caracterizó por la alianza entre la derecha y el Partido Radical, quien al integrar el gabinete, refuerza el rol del Estado como agente controlador. Esta alianza constituyó también el Frente Nacional Antimarxista, que pretendía unir fuerzas frente al incremento de la nueva izquierda.

Alessandri, pese a su filiación empresarial y representar la posición conservadora que mantenía una posesión irrestricta del campo, debió seguir las tendencias exigidas por Estados Unidos y la Alianza para el Progreso, lo que determinó una redistribución en la posesión de la tierra y la modernización de la industria del agro. Dichas medidas pretendían evitar radicalizaciones tales como la Revolución Cubana. Por lo mismo, durante su mandato se creó la Corporación de Reforma Agraria (CORA) y el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP). Sin embargo, pese a todas las gestiones que realizó para superar la crisis en que se encontraba el país, demostró la incapacidad de esta tendencia para resolver los serios problemas sociales que aquejaban a un importante sector de la población. La crisis socioeconómica que enfrentaba la nación, la migración campo-ciudad (en especial a Santiago), aumentaba. Como consecuencia la cesantía urbana ascendía, generándose cordones de pobreza que rodeaban la ciudad. “Estos marginados eran el lado oculto de la urbanización capitalista de un país del tercer mundo. En los años sesenta, alrededor del 60% de la población vivía en áreas urbanas.”1


1 Thomas E. Skidmore, Peter H. Smith, Historia contemporánea de América Latina, España, Crítica, 1996, pág. 144.