La nueva etapa que atravesó la dictadura desde 1983 se manifestó, en el ámbito teatral, en un abordaje más directo sobre temas políticos y sociales contingentes. El exilio, la violación de los derechos humanos, el retorno de algunos desterrados y la pobreza, fueron argumentos frecuentes de las piezas que se exhibían en cartelera y que, en ocasiones, eran tema de los foros debate que se realizaban con el público después de las presentaciones. Dicha apertura política puso fin, también, a la censura de edición de libros, ampliándose los espacios de expresión en los medios de comunicación.

Entre quienes retornaron a Chile luego de un prolongado destierro, se encontraban teatristas que realizaron un aporte trascendente en la incorporación de las nuevas temáticas. Una de las más importantes fue la del exilio y el reencuentro, presente en obras como: Regreso sin causa, de Jaime Miranda (escenificada por “El Nuevo Grupo”, compañía formada por María Elena Duvauchelle y Julio Jung, quienes habían vivido el destierro en Venezuela); Ligeros de equipaje, de Jorge Díaz, (montada por la actriz retornada Carla Cristi, quien también fundó una compañía); Primavera con una esquina rota, hecha por el grupo Ictus sobre la novela homónima de Mario Benedetti, junto con Lo que está en el aire, de Carlos Cerda y el mismo Ictus.

Otro dramaturgo que trató esta problemática, pero ya no desde un punto de vista de denuncia, sino como una reflexión acerca de los mecanismos sociales y síquicos que actuaban como motor de los personajes, fue Marco Antonio de la Parra. Con obras como La secreta obscenidad de cada día, El deseo de todo ciudadana, Infieles, King kong Palace y Dostoievski va a la playa, efectuó una contribución fundamental a la renovación escénica, planteando un punto de vista más abierto, que buceaba en la complejidad de las motivaciones humanas y en los infinitos factores que intervienen en todo cambio social que se produce.
Durante la misma época, también regresaron al país directores que se habían perfeccionado en Europa, trayendo nuevos lenguajes escénicos que revalidaron la búsqueda formal y el valor estético del teatro, combinando la temática contingente con modos de montaje contemporáneo. Ejemplo de ello fueron Andrés Pérez con su grupo El Gran Circo Teatro, quien montó la emblemática obra La Negra Ester y Ramón Griffero con su grupo Teatro de Fin de Siglo, que estrenó Cinema Utopía, 99 La Morgue y Viva la República, entre otras.

Paralelamente, el régimen militar implementó también una política activa de fomento a la expresión cultural, consciente de la necesidad de promover en la sociedad ideas nacionalistas y valóricas. Estas ideas se llevaron a cabo a través de los Programas de Educación Secundaria, donde se propagó la visión del gobierno y se silenciaron los discursos del teatro opositor. Como reflejo de ello, vemos que en las carteleras se acrecentaron las obras de carácter comercial, que no aludían como tema al acontecer nacional.