Ya desde antes de 1950, en Valparaíso había un nutrido interés en las actividades teatrales. Al amparo de las sociedades mutualistas, que se coordinaban en la Sociedad de Ligas Obreras, se habían constituido pequeños grupos de teatro aficionado, que recogían de algún modo la tradición teatral gremial articulada por oficios, de origen en el medioevo, (calderero, linotipistas, panaderos, etc.) y que entendía el teatro como una actividad recreativa, tanto de expresión como de entretención de las comunidades particulares. Había más de 100 Asociaciones Mutualistas en la ciudad y muchas de ellas poseían salones de actos en los que se realizaban presentaciones artísticas múltiples, con muestras teatrales luego de las cuales se realizaba un “Final de Fiesta” (canto, baile, poesía, etc.) en el que todo aquel que quisiera, realizaba un número artístico. En este estado de cosas, cuando las compañías teatrales renombradas de Santiago, aglutinadas alrededor de un actor de renombre, el “Divo”, venía en gira a Valparaíso, los papeles de menor importancia eran realizados por actores aficionados locales, que pertenecían a este teatro popular y gremial.

El género preferido de estas presentaciones era el melodrama, basado en personajes tipos, que exprimía el factor emocional de los conflictos. Eran montajes de poco ensayo en los que el rol del apuntador se volvía fundamental. Lo financiaba el propio elenco, realizando la escenografía y el vestuario para cada pieza y sin cobrar sueldo alguno.

Otro elemento influyente en el desarrollo de este teatro local, eran las colectividades de inmigrantes europeos asentadas en la ciudad (destacaban la española y la italiana) que entre sus actividades realizaban montajes de clásicos, generalmente de su país de origen, matizando con obras universales el repertorio de los melodramas producido por el teatro de las mutuales.

Debido a la amplia concepción de espectáculo que se manejaba en la época, se presentaba de igual modo folklore y teatro. Los actores recitaban, cantaban o actuaban y no existía un criterio artístico reconocible. Consecuentemente, en los diarios se difundían dichas actividades de manera mezclada, con programas que no eran exclusivamente teatrales, sino mixtos. Primero se anunciaba la obra de teatro y, luego, un sin fin de variedades que incluían música, canto y, en ocasiones, proyecciones de cine. Los actores podían rotar de una compañía a otra y las salas eran usadas por distintas agrupaciones. Los elencos se formaban según las necesidades de cada montaje, siendo común encontrar actores que trabajaban en distintas compañías. Representante de este de teatro es el Ateneo Cervantes de la Comunidad Española, que dirigía Carlos Paniagua.

Contribuían a incentivar, también, el gusto popular por el arte dramático, los Teatros Móviles, iniciativa comenzada durante el Gobierno de Pedro Aguirre Cerda, consistente en obras que itineraban en carpa por el país, mostrando elencos conocidos en Santiago, como el de Alejandro Flores y Venturita Piris. En la Ciudad de Valparaíso, la carpa se emplazaba en un baldío frente al Parque Italia, realizando allí breves temporadas.

La producción de este tipo de teatro se mantuvo hasta comienzos de los ´70, momento en que empezó a desaparecer, a la par de la desaparición de las asociaciones mutuales.