Durante la primera década del siglo XXI podemos observar cómo la aparición de escuelas de teatro regulares y el egreso paulatino de intérpretes formados en ellas, revitalizaría el movimiento teatral porteño provocando, finalmente, un cambio significativo en el nivel profesional de Valparaíso.
A fines del año 2000 ya la compañía La Peste, constituida por egresados de la Escuela de Teatro La Matriz, hacía su aparición. Era la primera compañía dramática independiente de estudiantes de la región que, tras cuatro años consecutivos de carrera, se insertaba en el circuito laboral. Al año siguiente, 2001, lo harían los primeros graduados de comunicación Escénica del DUOC-UC, comenzando también a complementar y variar la cartelera local. Pero, si bien ambas instancias fueron pioneras en el área, no tenían nivel universitario.
La primera carrera propiamente universitaria, fue la Carrera de Actuación Teatral de la Universidad del Mar. Este proyecto, inaugurado el año 2002, fue dirigido por la conocida actriz televisiva Consuelo Holzapfel y se mantuvo vigente hasta el año 2011. La iniciativa nació dentro de una Casa de Estudios privada, razón por la cual su auto sustentabilidad económica era una condición ineludible. Al no poder responder en el tiempo a las exigencias del mercado de la educación superior, se puso fin al proyecto a los pocos años de comenzado. A pesar de ello, entregó cinco generaciones de actores y licenciados en actuación teatral, que se sumaron al campo profesional local, constituyendo compañías y dictando talleres de arte dramático.
Ese mismo año se abrió en la Universidad de Playa Ancha un Diplomado en Actuación Teatral, que contaría con una única versión. Dicho Diplomado tenía como objetivo consolidar la formación de jóvenes actores locales que habían visto interrumpida su formación regular, como fue el caso de los estudiantes del Instituto Bertolt Brecht, o que se habían ido formando en el oficio y aspiraban a adquirir herramientas técnicas de la disciplina. Dirigido por Giulio Ferretto, director de teatro porteño y académico del mismo centro de estudios, se consideró el primer paso para reabrir la carrera teatral dentro de una universidad del Estado.
Consecuentemente, el año 2003 comenzó la Carrera de Teatro de la Universidad de Playa Ancha, pasando a ser la primera iniciativa estatal que retomaba la formación interrumpida en 1976 con el cierre definitivo de la carrera de Teatro de la Universidad de Chile, Sede Valparaíso.
Paralelamente a la apertura de estas nuevas opciones de formación actoral, y de espaldas a la evolución iniciada en el ámbito académico, el teatro en Valparaíso continuaba sufriendo los embates de una falta de políticas públicas para el desarrollo artístico. Los festivales y actividades teatrales se concentraban sólo en el mes de enero, generando la sensación de una sobreoferta cultural que no se repetía durante el año. Estas instancias eran, algunas, financiadas por el Estado. Otras, por los mismos centros de estudio que querían con ello legitimar su presencia local. La mayoría de las obras exhibidas eran de Santiago. El teatro porteño no tenía cabida, demostrando así que no había nada que se considerara posible de mostrar de las compañías existentes en la región, o que se imponía el modelo hegemónico capitalino en la selección del repertorio. Una de estas iniciativas, digna de mencionar, fue el Festival de Teatro Profesional DUOC-UC, que desde el año 2001 y de manera ininterrumpida se mantuvo en el tiempo trayendo a la región una variada cartelera. Si bien se hacía (y hace) una importante labor de vinculación con el medio al presentar obras gratis para la comunidad, interpretadas éstas por figuras mediáticas, al realizarse sólo una vez al año, no alcazaba a modificar la escasez de la cartelera local y su baja producción permanente.
En el ámbito de la infraestructura teatral, la falta de salas de teatro con condiciones adecuadas era otra de las falencias que impedía lograr mayor calidad estética en las Puestas en Escena. Valparaíso no contaba con ningún teatro de técnica contemporánea. Mantenía el Teatro Municipal desde el año ´97, originalmente un cine, como única sala del Municipio. Dicho espacio no sólo no tenía un equipamiento adecuado, sino que sus propias características arquitectónicas (teatro a la italiana) impedían cualquier tipo de escena íntima o de cámara. Además, al no ser el inmueble propiedad del Estado sino de particulares, cualquier inversión en reformas y mantención se hacía sobre un edificio en arriendo, que en cualquier momento habría que devolver. Esta carencia intentó subsanarse con esfuerzos individuales. Pequeñas compañías de teatro independiente habilitaron salitas con el objetivo de brindar a la comunidad lugares adecuados para la producción teatral, pero la falta de financiamiento estable hizo fracasar recurrentemente dichos proyectos, pues no era posible para las agrupaciones solventar los gastos fijos que un espacio con programación demandaba. Ejemplo de ello fue la sala Juan Edmundo González, abierta en el año 2001 en el segundo piso del Teatro Mauri y habilitada en condiciones básicas gracias a un Fondart de infraestructura. Fue conducida por la compañía El Artificio, debiendo entregarla el 2003 a solicitud de la familia Carramiñana, dueños del edificio, perdiéndose la inversión de fondos estatales para habilitar el inmueble. Es interesante destacar cómo la falta de liderazgo de las instituciones del Estado para resolver la carencia de espacios adecuados y la precariedad del movimiento teatral, significaron la pérdida reiterada de recursos que se invertían en propiedades particulares que luego cambiaban de giro por decisión de sus verdaderos propietarios o por el desgaste de las compañías que agotaban sus esfuerzos para cubrir los gastos básicos de una pequeña sala en funcionamiento.
Un ejemplo interesante de analizar, en esta misma línea, fue el Centro Cultural Ex Cárcel de Valparaíso. Habiéndose desocupado el espacio de la antigua cárcel porteña, dejando una enorme infraestructura disponible en un cerro tradicional del puerto, se inició un proyecto de ocupación, dependiente del ministerio de Bienes Nacionales, que intentaba llevar adelante un proyecto pionero en el país. La idea era que, en una colaboración conjunta entre la comunidad y el gobierno, se recuperara un espacio patrimonial para uso cultural y encuentro ciudadano. Se constituyó una Corporación de Amigos de la Ex cárcel, como representantes de la ciudadanía, conformada por artistas, agentes culturales y promotores sociales, quienes tomaron parte activa en la recuperación del espacio y en la postulación de fondos para solventar el proyecto. Se habilitó un multitaller, una sala de danza y una sala de teatro, entre otras. Las dimensiones y características del lugar atrajeron rápidamente a los actores porteños, quienes se trasladaron a trabajar y a estrenar obras allí, esperanzados en contar con un espacio permanente de producción. A poco andar comenzó un proceso de descoordinación y conflicto entre gobierno y comunidad, originado en la promoción, por parte de la autoridad, de proyectos para invertir fondos en el espacio, que tenían como pre requisito vender parte del predio patrimonial, para conseguir así el financiamiento de las reformas. Frente a la oposición de la Corporación de Amigos y el aumento evidente de las tensiones entre los miembros, se produjo el retiro progresivo del Estado, lo que significó el cambio de dependencia desde Bienes Nacionales a la Intendencia Regional en 2004 y, posteriormente, en el año 2007, el retiro del lugar del personal de la Intendencia Regional, abandonando de hecho el espacio, hasta su intervención en el año 2010 para construir el actual Parque Cultural de Valparaíso.
En contraste con esta falta de planeamientos claros, y como uno de los aciertos de la época, hay que reseñar la apertura regional de una sede de Balmaceda Arte Joven, en el año 2001. Al ser una institución cultural financiada con fondos públicos (que se mantiene hasta hoy), logró contribuir a la emergencia de intereses artísticos, propiciando el desarrollo de un ambiente creativo fecundo. Articulada principalmente a través de talleres dictados para jóvenes secundarios, se constituyó rápidamente en un semillero de futuros postulantes a las nuevas carreras de teatro porteño. Si bien Balmaceda cumple hasta hoy un rol relevante en cuanto a la promoción, difusión y formación artística, al no tener un fin profesionalizante su aporte ha sido incentivar estas actividades, generando un clima propicio para el arte local, pero fuera del ámbito profesional.
Otro elemento que generó un contexto propicio fue la calificación de Valparaíso, por parte de la UNESCO, como ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad. Lo anterior significó la implementación de una serie de políticas culturales previas con el objetivo de cumplir con los requisitos para la nominación. Una de las medidas ejecutadas fue la instalación definitiva de la sede del Consejo Nacional de la Cultura y Las Artes en la región y la aprobación de un presupuesto extra para la reactivación de actividades artísticas y turísticas locales. Con la idea de propiciar estas actividades para obtener la designación se inauguraron, en el año 2001, Los Carnavales Culturales de Valparaíso, fiesta multidisciplinaria costeada por el Estado a través del Consejo de la Cultura, cuyo objetivo era instaurar una fiesta ciudadana con ocupación de espacios públicos. A pesar de que la máxima institucionalidad de cultura estaba radicada en la ciudad, la planificación de las actividades dejaron nuevamente fuera a los actores locales. La sensación de exclusión motivó, en el año 2004, la realización del Primer Encuentro de Teatro Porteño Independiente,organizado por la compañía La Peste, iniciativa que mezclaba, originalmente, tanto producciones aficionadas como teatro profesional. Gracias a una validación progresiva a través de los años, el Festival se mantuvo en el tiempo, logrando consolidarse como otro de los encuentros teatrales permanentes de la ciudad, aportando con ello a la visualización del teatro local.
En la misma línea de extensión de producciones locales, pero generando una sinergia nacional e internacional, nació el Festival de Teatro Conteiner el año 2008. Impulsado como una iniciativa independiente con apoyo de fondos públicos y privados, instaló un formato de producción dentro de las reducidas dimensiones de un conteiner, ícono de Valparaíso como ciudad puerto, interviniendo abruptamente el espacio urbano al convertir los contenedores del puerto en reducidas salas de teatro. Su recepción fue positiva, proyectándose en el tiempo como una actividad bianual.
Retomando el ámbito académico, en el año 2004, por problemas de funcionamiento interno, pero también debido a la multiplicación de carreras de teatro universitarias con financiamiento y créditos del Estado, la Escuela de Teatro la Matriz veía imposible su continuidad. Si bien se había mantenido gracias a la autogestión por más de 10 años, los nuevos postulantes contaban ahora con instancias de estudio actoral más accesibles económicamente gracias al sistema de becas y, también, con certificaciones reconocidas por el Ministerio de Educación. De este modo, la alternativa de la Matriz como centro de formación actoral perdió liderazgo. En ese contexto, la Universidad Arcis local, acordó con su directora, Ximena Flores, la absorción de la escuela completa (alumnos y profesores) dentro de la institución, pasando a ser, desde el 2005, la Carrera de Teatro de la Universidad Arcis, Sede Valparaíso. Dicha decisión, que aparecía como una alternativa posible para salvar el proyecto, terminó siendo el final del mismo. Desavenencias en cuanto a los compromisos suscritos por las partes, y una bajísima convocatoria de nuevos alumnos, hizo fracasar de manera definitiva este centro de formación. Se titularon sólo dos promociones. En el año 2007 la Carrera cerró definitivamente sus puertas y algunos de los estudiantes rezagados, debieron terminar su formación en la Carrera de Teatro Arcis, sede Santiago.
En el año 2005 se abrió una cuarta alternativa de estudios teatrales universitarios: la Carrera de Actuación Teatral de la Universidad de Valparaíso, también proveniente de la antigua Universidad de Chile y miembro del Consorcio de Universidades del Estado. Ya con el inicio de esta nueva carrera de teatro en la zona, se produjo la paradoja de pasar de ningún centro universitario profesional para la formación de actores durante más de 30 años, a una sobreoferta en una disciplina que no tiene una alta inserción laboral. Es interesante reflexionar cómo, desde una absoluta carencia de centros especializados en los periodos anteriores (1973-1990 y 1990-2000), se pasa a una proliferación irresponsable de alternativas académicas, que no tiene asidero en las necesidades de formación local. Dos universidades privadas (tanto la Universidad del Mar en el 2002, como la Universidad Arcis en el 2003), dictaron la carrera en el entendido que podrían financiarse a través del pago de aranceles de los estudiantes. En menos de 8 años, la quiebra económica produjo el cierre de ambas escuelas. Por otra parte, la duplicación de la misma profesión por parte de las universidades del Estado (Universidad de Playa Ancha en el 2003 y Universidad de Valparaíso en el 2005), entidades que, se supone, mantienen instancias de coordinación, demuestra la carencia de una política central del Ministerio de Educación, que regule la apertura de instancias formativas asociadas a una real necesidad laboral. Al contar con demanda suficiente para llenar los cupos de ingreso de ambas escuelas, se han seguido graduando actores, lo que ha provocado, al cabo de pocos años, la saturación de un mercado laboral ya bastante reducido localmente, promoviendo la cesantía y la migración a Santiago. Por otra parte, Santiago, como lugar hegemónico cultural, es un centro que ya se encuentra desbordado por sí mismo, al contar en la actualidad con más de 13 carreras universitarias que imparten la disciplina.
A pesar de lo anterior, es necesario reconocer que esta desproporción de escuelas generó un clima de cambio en el adormecido panorama porteño. La necesidad de llenar los puestos académicos con profesionales idóneos para dictar las cátedras, produjo una migración significativa de artistas desde Santiago y otras partes de Latinoamérica. Al no haber existido formación profesional desde 1976 en la Región, necesariamente los profesores provenían de fuera de la zona, lo que inyectó otros aires, al mezclarse con los artistas porteños. Así, los nuevos académicos, la mayoría artistas de trayectoria conocida y con estudios en el extranjero, comenzaron a crear compañías con los recién graduados de las escuelas, generando un aumento significativo de las Puestas en Escena y una renovación de los lenguajes. Por otra parte, los actores egresados constituyeron también grupos entre sí, comenzando a experimentar y a producir formas teatrales más contemporáneas y alejadas del realismo que, si bien no eran novedad desde los años ´90 en Santiago, constituían un acercamiento al canon hegemónico metropolitano por parte de la provincia de Valparaíso.
Sumándose a este clima general de efervescencia artística, iniciado con la incorporación al mercado laboral de los noveles actores, aparecieron otras instancias relevantes para el arte dramático. La creación del Teatro-Museo del Títere y el Payaso en el año 2007, iniciativa liderada por Víctor Quiroga, actor especialista en clown, y Paulina Beltrán publicista y diseñadora, vino a cubrir un espacio que las escuelas de formación de actores no podían llenar. Gracias a fondos provenientes del FONDART, Capital Semilla (SERCOTEC) y créditos personales, lograron resignificar la antigua Capilla de San Lucas Tadeo del cerro Cárcel y convertirla en un teatro museo con programación permanente.
Posteriormente se sumó el trabajo de otros titiriteros, payasos y compañías, quienes ayudaron a enfrentar el proyecto, logrando instalar una cultura de funciones permanentes, talleres formativos y visitas guiadas para colegios y grupos, con una cartelera nacional e internacional de teatro de títeres adulto e infantil. Se recuperó con ello no sólo una disciplina popular que siempre ha gozado de menor prestigio dentro del teatro profesional, sino la costumbre de los espectáculos en los cerros, en medio de barrios residenciales, por sobre una cultura de consumo cultural exclusiva del plan.
Finalmente, y como ícono del proceso de profesionalización de la época, se encuentra la apertura de la Sala de Teatro de la Universidad de Playa Ancha, en el año 2010. Financiada con recursos provenientes del Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR) y de la propia universidad, se convirtió en el primer teatro contemporáneo, de estructura multiespacio, que se conoció en la región. Aparece con ella, luego de 32 años de funciones esporádicas, la primera programación permanente de Artes Escénicas (teatro, danza y música), que no responde a iniciativas estivales o a funciones ocasionales durante el año y que es dirigida por el Departamento de Teatro de la institución. Costeada por la universidad, desde una mirada de responsabilidad social que subsidia el valor de las entradas, la Sala Upla instaló un modelo de gestión único en el país, comprando obras y cediendo el uso del espacio a las compañías locales por un porcentaje mínimo de la taquilla. Con el correr de los años aumentó significativamente su público, siendo al día de hoy la única sala que cuenta con una cartelera nacional, internacional y regional, y con una revista de difusión que se imprime mensualmente.