Buscando un teatro de calidad
Paralelo al Teatro Mutualista, desde 1950 vemos aparecer la inquietud teatral en el seno de la educación superior y en el quehacer de los institutos binacionales (Francés y Norteamericano). Inspirados en la renovación que había sufrido la actividad teatral en Santiago con los Teatros Universitarios, en Valparaíso comenzó a manifestarse la inquietud por la creación de un teatro local de calidad, primero que nada en el Instituto Pedagógico (en esos años, y hasta 1955, una institución privada supervisada por la Universidad de Chile) y luego en la Universidad Católica y en la Universidad Federico Santa María. Estas casas de estudio dictaban breves cursillos de teatro que pretendían habilitar a los aficionados actores locales en técnicas de actuación más contemporáneas. Ayudaba a mantener el interés por el buen teatro las giras que realizaban durante el verano el Teatro Experimental de la Universidad de Chile y El Teatro de Ensayo de la Universidad Católica, quienes mostraban sus montajes más relevantes e impartían documentadas charlas sobre teatro clásico y contemporáneo.
Bajo el objetivo común de elevar la calidad artística provincial, nace primeramente el Movimiento Artístico Independiente (MOAI) constituido por miembros de variadas disciplinas (pintores, arquitectos, abogados y músicos), que les interesaba la profesionalización de un conjunto de ramas artísticas. Pero en el año 1952, tras la motivación de Manuel del Val (Raúl Escorsa), crítico español de cine y teatro que escribía en La Estrella y refugiado republicano arribado en el Winnipeg, se crea la Asociación Teatral de Valparaíso (ATEVA), la que pretendía articular en un esfuerzo común a los integrantes de diversas compañías existentes, interesados en lograr la calidad profesional de las Puestas en Escena locales. Entre estas compañía de cierta calidad, había destacado hasta 1951 el Teatro de Arte de Abelardo Barahona, profesor de castellano con gran aprecio por el arte dramático que abandonó la tarea al regresar Santiago; El Teatro Universitario de la Universidad Católica, dirigido por Elsa Croxatto; el Teatro IPA, dirigido por Luis Altamirano y el Teatro de Cámara de Viña del Mar, que montaba obras clásicas mezclando actores locales con la participación esporádica de actores del Teatro Experimental.
Necesario es observar cómo la creación de ATEVA en la ciudad, respondió al mismo impulso que, en la década anterior y en Santiago, había producido la creación de los Teatros Universitarios. De hecho esta asociación fue nombrada a poco andar y por el propio De la Barra, como la filial del Teatro Experimental en la zona. Sin embargo, a pesar de haberse fundado en 1952 y haber realizado tanto montajes de calidad como implementado una escuela de formación teatral, es acogida en el seno de la Universidad de Chile recién en 1969.
Las razones de esta tardanza en asumir por parte de la institucionalidad la profesionalización de una de las relevantes ramas artísticas hay que encontrarlas, primeramente, en el cambio de los partidos en el gobierno. Los Teatros Universitarios de la Chile y de la Católica (1941 y 1943, respectivamente) se crearon durante el periodo del Frente Popular. En contraste, ATEVA (constituida por gente cuyas simpatías políticas se encontraban en la izquierda) se desarrolló durante los gobiernos conservadores (1952-1964), que no priorizaban el arte dentro de su políticas públicas. La guerra fría dificultaba la relación con las autoridades locales, tales como la Municipalidad y la Intendencia. En ese contexto, la producción teatral sólo era apoyada por las universidades de la Región, pero sin incorporarla a sus planes de estudio profesional y sin otorgarles presupuesto. Sin duda, esta falta de gestión oficial produjo una tardanza en el desarrollo del teatro en la Región de Valparaíso. Otro aspecto gravitante a contemplar en el retardo de la profesionalización definitiva eran las características particulares del mundo provinciano, que elogiaba los productos de la capital, pero no desarrollaba necesariamente los elementos locales.
A pesar de ello, importante es señalar el apoyo que realizó la prensa de la época, difundiendo y cubriendo todas las actividades asociadas al arte dramático, como un modo de visibilizar el movimiento teatral emergente frente al ciudadano común. Posteriormente, ya desde el año 1956, se comenzaron a televisar algunas obras de teatro en el marco de la experimentación que las universidades realizaban en sus recientes estudios de televisión, lo que constituyó también una contribución.
Ya en 1959 se puede apreciar un desarrollo del teatro porteño, al presentarse en el III Festival de Teatro Aficionado, organizado por el Teatro Antonio Varas en Santiago, compañías de teatro porteño, obteniendo excelentes críticas. La Compañía IPA participó con la obra Esta noche serás mío, misma obra con que viajó a Montevideo y Buenos Aires y que tuvo buena acogida. También se presentó Ateva con La olla de Plauto, ponderándosela por ser un estreno nacional. Es significativo observar que, en los medio de comunicación locales, la valoración de los éxitos era establecida en relación a Santiago, apareciendo siempre la capital como la medida correcta.
En Valparaíso la conciencia de responsabilidad cultural iba paulatinamente aumentando si bien no estaba liderada por el gobierno local, sino por las universidades, bibliotecas e institutos binacionales que abrieron progresivamente pequeñas salas y las acondicionaron para espectáculos.