La década del ´40 en Chile estuvo marcada por un proceso de profesionalización creciente de la actividad teatral. Si bien previamente existía una nutrida actividad dramática que se presentaba en áreas urbanas tales como Valparaíso y Santiago, constituida por compañías aglutinadas entorno al renombre de una gran figura o divo, no fue hasta la cuarta década del siglo XX que comenzó un proceso en el cual se intentaba privilegiar el contenido estético formal, por sobre el fácil gusto del público. Uno de los factores de este cambio es la radicación de emigrantes europeos que escapaban tanto del trágico fin de la Revolución Española, como del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Al asentarse en el país o pasar en gira con sus compañías en el exilio (como es el caso de la Compañía de Margarita Xirgu), permitieron que estudiantes universitarios con intereses artísticos pudieran conocer y apreciar la diferencia de calidad de estas obras, germinando en ellos el deseo de desarrollar la producción teatral local. Resultado de este nuevo impulso es la aparición del Teatro Experimental de la Universidad de Chile en 1941 y del Teatro de Ensayo de la Universidad Católica en 1943. Inicialmente nacen sólo como compañías estables dentro de estas Universidades. Su carácter distintivo era la relevancia de la figura del director como autor del montaje, la validación del proceso de ensayo como método de investigación, el análisis de los personajes, la búsqueda de un estilo, la memorización de los textos y la preocupación detallada por todos los elementos de Puesta en Escena, como vestuario, escenografía, maquillaje, iluminación, etc. Sin embargo, ya en el momento de su fundación, sus miembros se planteaban variados objetivos que superaban la sola existencia de la Compañía, los que se fueron concretando en la medida que se fueron desarrollando. Uno de los objetivos centrales que se consolidan en este periodo es la creación de una escuela de teatro en la Universidad de Chile (1949) y una Academia de Arte Dramático en la Universidad Católica (1945). Ambas iniciativas profesionalizan el trabajo del actor en el país, sacándolo del exclusivo dominio del talento e inscribiéndolo en el ámbito de los estudios académicos. Otro objetivo relevante alcanzado en esta etapa fue el montaje permanente de obras clásicas y contemporáneas universales. Dicha actividad aglutinó un nuevo público, capaz de apreciar el contenido ideológico y estético de una obra, por sobre la entretención vacía de contenido y carente de belleza. Expresión de esto son los clásicos montados en la época como Fuenteovejuna, de Lope de vega estrenada por el Teatro Experimental y El Peregrino, autosacramental de José de Valdivieso, montado por el Teatro de Ensayo. Como gestores de este movimiento destacan Pedro de la Barra, Pedro Orthus, Agustín Siré en la Universidad de Chile y Pedro Mortheiru y Fernando Debesa en la Universidad Católica, entre otros.