Durante el periodo comprendido entre 1964 y 1970, con Frei a la cabeza y su programa de “Revolución en Libertad”, se emprendieron iniciativas a nivel nacional que repercutieron directamente en el desarrollo cultural local. La Promoción Popular y la Reforma Educacional incentivaron, entre otras cosas, la participación de la ciudadanía a través de sus propias asociaciones, capacitando tanto a líderes poblacionales y rurales, como promoviendo un modelo más democrático en el funcionamiento de los estamentos universitarios.
Este cambio de paradigma redundó en una coordinación de los esfuerzos, desatando hechos significativos en el teatro de Valparaíso. Uno de ellos fue la reunión en una sola agrupación de las acciones realizadas en el área teatral tanto por la Universidad de Chile, a través de su Departamento de Extensión y del Instituto Pedagógico, como por la Asociación Teatral de Valparaíso, ATEVA. Estas dos instituciones se asociaron en diciembre de 1966 fundando el Teatro Universitario de Valparaíso, TUV, insertar noticia 14 de diciembre de 1966 Mercurio el que presentaba frecuentemente sus montajes en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, Sede Valparaíso.
Para comprender cabalmente la particularidad local, es necesario señalar que si bien en el resto del país la Reforma Universitaria significó una sensación de caos y crisis para instalar un nuevo orden, en Valparaíso la Reforma aportó cierta racionalidad, al volver autónomo el funcionamiento de las carreras que se cursaban en la Región que, hasta antes de dicho proceso, debían validar sus estudios rindiendo lo exámenes en Santiago. De este modo, tras esta reorganización universitaria, se establecieron cinco facultades autónomas, con un Vicerrector de Sede, un Consejo Universitario y Decanos locales, quienes podían tomar las decisiones pertinentes según el contexto de la ciudad. Teatralmente se generó una oportunidad, pues con la creación de la Facultad de Arte y Tecnología y su Departamento de Arte, se proyectó el trabajo realizado por el TUV, creándose la Carrera de Teatro de la Universidad de Chile, sede Valparaíso. De este modo, finalmente fueron asignados recursos, infraestructura y un marco legal para la profesionalización definitiva de la disciplina, anhelo que se venía planteando desde hacía más de 10 años.
A diferencia de la etapa anterior, el teatro ya había logrado adquirir presencia en los distintos sectores de la sociedad, siendo una actividad bullente que se expresaba en la existencia de un numeroso movimiento que incluía Teatro Escolar, Teatro de Aficionados, Teatro de Sindicatos, Teatro Comercial, etc. Si bien hay que verlo como un momento de transición artística en el que coexistían variadas formas y calidades de representación: mimos, títeres, teatro realista, revista, operetas, teatro de ideas etc., se había logrado constituir un público capaz de distinguir entre las compañías que habían logrado un nivel profesional, de las que realizaban un teatro aficionado entendiéndolo como herramienta social o de expresión propia de una comunidad particular.
Importante es señalar también que, en esta década, la radicalización política de nuestro país tenía una marcada correspondencia ideológica en las expresiones artísticas, generándose una fuerte presencia de temas contingentes, a la par que se desarrollaban las búsquedas formales. Desde esa perspectiva la nueva Carrera de Teatro que abría la Universidad de Chile estaba constituida, principalmente, por gente de Izquierda que comprendía el arte como una actividad no sólo estética sino ideológica manteniendo, por lo mismo, una estrecha vinculación con sindicatos de trabajadores, obreros y estudiantes.
De este periodo, entonces, provienen textos teatrales que abordan temas de política local e internacional, como es el caso de la Noche de los Coroneles y Tiempo de Combatir de Marcos Portnoy y el montaje de obras de obras cortas dramaturgo alemán Bertolt Brecht, como Encaje de Bruselas para la mujer del soldado, La boda en la pequeña burguesía y Luz en las tinieblas.
Paralelamente, en oposición a este tipo de teatro, aparecieron también iniciativas de obras comerciales que trataban de defender el arte dramático como un ámbito de diversión y relajo, utilizando, entre otras, la forma de la comedia musical para entretener, vale decir un teatro como escapatoria y olvido de los posibles sinsabores de la vida real. Mostraban el mundo local desde una mirada idílica, que rescataba nostálgicamente los lugares patrimoniales de Valparaíso y Viña como paraísos perdidos.
La televisión, por otra parte, que a finales de la década había ido tomando mayor presencia en la vida cotidiana, era entendida como vehículo educativo, lo que se evidenciaba en su pertenencia real a las universidades y al hecho de transmitir obras de teatro de los creadores locales como forma de estimular la cultura, dentro de su limitada programación.