La crisis económica de 1982 destruyó la idea de omnipotencia del poder dictatorial y facilitó la percepción de sus debilidades, lo que condujo a que en 1983 se realizaran las primeras jornadas de protesta desde el golpe militar, iniciándose un período de movilizaciones que obligó al gobierno, por un lado, a transar y a realizar una apertura y generó, por otro, un nuevo período de represión y de violencia selectiva.
La apertura política se plasmó, entre otras cosas, en la paulatina reaparición de los partidos en el espectro político, en el cese de la censura impuesta a la edición de libros, en un aumento en la libertad de expresión y en la emisión de listas de personas a quienes el gobierno permitía retornar al país, luego de largos años de destierro. Con el levantamiento de la prohibición empezó a generarse un regreso creciente de exiliados, quienes, frente a una realidad que había cambiado durante su ausencia, no acertaban a insertarse, sufriendo crisis de identidad, de sentido y de reconocimiento.
Frente a la radicalización progresiva del conflicto, la Iglesia Católica, que en su gran mayoría había estado de parte de los reprimidos, intervino como mediadora entre el gobierno y la oposición, buscando una salida pactada y pacífica de la dictadura. Lo que fue conocido como “el plan de reconciliación”, consistía en un acuerdo a largo plazo, en el cual se ponía fin al Estado de Sitio y se estipulaba que en 1988 se realizaría otro plebiscito con el fin de consultar a la mayoría del país si querían que continuara el general Pinochet (hasta entonces el Jefe de Estado, Jefe de la Junta de Gobierno y Comandante en Jefe del Ejército), por otro lapso gubernamental de seis años. En caso de que los comicios dieran un resultado negativo, se realizarían elecciones presidenciales el año 1989, para ser entregado el gobierno en Marzo de 1990. Este paso no violento hacia la recuperación de la democracia tenía como requisitos fundamentales por parte de la dictadura: 1) que no se cuestionase en ningún punto la nueva Constitución de 1980; 2) la mantención durante un período de ocho años más del general Augusto Pinochet como Comandante en Jefe del Ejército; 3) la posterior incorporación de éste al Senado como senador vitalicio.
En septiembre de 1986 el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (brazo armado del Partido Comunista) intentó asesinar a Pinochet asaltando la comitiva presidencial en un área cercana a Santiago. El atentado no tuvo éxito, pero murieron cinco de sus escoltas. Como respuesta se aplicó nuevamente el Estado de Sitio y se desató una represión selectiva que terminó con el asesinato de cinco militantes de izquierda. El fracaso de la vía violenta sepultó el último intento de revivir las protestas con la fuerza que tenían en un principio. Por otra parte, la reacción de la población se dividió, ya que el sector moderado no apoyaba el uso de la fuerza y consideraba que estas actitudes ponían en riesgo el proceso de negociación y comprometían a toda la oposición. Este suceso marcó el giro definitivo hacia una salida pactada, consensual y sin enfrentamientos.
Debido a que la composición política de Chile había estado dividida históricamente en tres tercios (aproximadamente 33% la derecha, 33% el centro y 33% la izquierda) y cada sector por sí solo no alcanzaba la mayoría, la Democracia Cristiana, el Partido Socialista de Almeyda, la Izquierda Cristiana, la Socialdemocracia, el Partido Radical, el Partido Humanista, el Partido Comunista y un sector del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), decidieron formar una concertación llamada Partidos Por la Democracia (PPD), que enfrentara unida el plebiscito del ‘88. Para asegurar la transparencia de la votación se realizaron nuevos Registros Electorales y se desplegó una campaña masiva con el fin de orientar a la población para que rechazara una prórroga del gobierno dictatorial. A fines de agosto de 1988 comenzaron las dos campañas, contando con una franja televisiva en la cual ambas posturas publicitaban su postura. El espacio de la oposición se llamó “la Franja del NO”, y en su elaboración participaron gran cantidad de artistas, quienes gratuitamente trabajaron elaborando el esquema de la campaña. La cara visible era la de actores, pintores, músicos, bailarines, escultores, quienes a través del humor, de escenas llenas de color y bajo el eslogan “La alegría ya viene” mostraban cómo sería la vida sin dictadura. El espacio gubernamental llamado “la Franja del SI”, era un intento de aterrorizar a la gente mostrando imágenes en blanco y negro de cómo era Chile en los tiempos del “marxismo”, con el pretendido afán de advertir a la ciudadanía que el rechazo a la postura del régimen significaría una vuelta a ese supuesto caos. El 5 de octubre, bajo la presencia de periodistas y observadores internacionales, se realizó finalmente el tan esperado plebiscito, ganando la oposición por más de un 55%, desatando la efervescencia ciudadana por las nuevas perspectivas que se abrían. El paso siguiente era buscar y promocionar el candidato a presidente por el PPD. Se optó por un político del antiguo Parlamento y miembro de la Democracia Cristiana: Patricio Aylwin. La derecha postuló como candidato a un economista, discípulo de Pinochet y ex -ministro de economía, responsable de gran parte de la aplicación de la política neoliberal del país, quien representaba la imagen del hombre exitoso del sistema: Hernán Büchi Buc. Otro candidato al Ejecutivo, pero de apoyo minoritario, fue Francisco Javier Errázuriz, empresario floreciente, presidente del Partido de “Centro-centro”, financiado y creado a última hora por él mismo para su personal promoción.
El 14 de diciembre de 1989 se realizaron las primeras elecciones presidenciales, después de 19 años. Se contó con una masiva concurrencia a las urnas y nuevamente con observadores nacionales y extranjeros que supervisaban la honestidad del proceso. Luego del recuento final de los votos, seguido en directo a través de la televisión por todo el país, se supo que Patricio Aylwin y el programa de la Concertación habían ganado por mayoría absoluta, con un 56% de los votos.